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LA CELOSA.

El corazón de una joven se ha perdido,
todos me dicen que aquí lo traigo yo;
y aunque supongan que a mí me lo entregó;
¿el corazón sin el cuerpo para qué lo quiero yo?

Todos me dicen que soy muy inconstante;
y yo les digo que no, y que no, y que no;
y aunque su dueña de mí ya desconfió,
¿el corazón sin el cuerpo para qué lo quiero yo?

Y por eso conmigo riñó;
estuvimos sin vernos seis días,
y dejar a mi amor intentó
al cumplir este tiempo la joven.
en el prado sentado la hallé
bajo un verde florido naranjo,
cuando luego de amor suspiré.

(RECITADO).
Sí, luego que la vi me persigné como
padre franciscano, y temblando de miedo,
le dije:

(CANTADO).
—Buenas tardes, señorita,
¿Cómo te va, cómo te ha ido?
Vengo a decirte que puedes
separarme en el olvido.

Escuchó mis palabras la infame
y los brazos al cuello me echó,
y furiosa y temblando decía:
—¡Perro, pícaro, infame, traidor!